La mujer embarazada atraviesa un momento vital que sabemos que es especialmente sensible y de mayor vulnerabilidad para la salud mental. Es un mito el pensar que el embarazo es un protector de la salud mental.
No tienes que dejar la lactancia materna, aunque tomes medicación. Hay muchos fármacos que no pasan a la leche materna y, por lo tanto, no llegan a tu bebé, siendo totalmente seguros (por ejemplo, el escitalopram o el lorazepam).
A todos los cambios que se producen en la maternidad hay que sumarle también el cansancio y la falta de horas de sueño. En este escenario no es de extrañar que puedan aparecer sentimientos ambivalentes.
La pérdida de rutinas, como puede ser la falta de higiene, o bien la desmotivación o dejadez, que se podría traducir en el desorden en la habitación, pueden ser un síntoma más del estado depresivo.