Impacto de la interseccionalidad en el estigma asociado a la psicosis

Resumen
El estigma asociado a la salud mental es un reto persistente en nuestra sociedad. Cuando hablamos de psicosis, este estigma se hace aún más evidente. Hay una serie de mitos en relación a la psicosis que se han ido perpetuando en el tiempo por desinformación y por la repetición de representaciones con connotaciones negativas desde la industria cultural y mediática. Algunos de estos prejuicios más extendidos hacen referencia a una supuesta peligrosidad, a la falta de recuperación de la persona, o a la culpabilidad de la persona que la experimenta, entre otros.
Si a todos estos prejuicios le añadimos otros aspectos del entorno personal y social de la persona como la etnia, el género y la identidad de género o la situación socioeconómica, nos encontramos con que el estigma en torno a esta persona se multiplica y acaba convirtiéndose en un elemento discriminatorio difícil de romper. Estos factores son los que conocemos como la interseccionalidad, es decir, cómo se superponen las diferentes identidades sociales de la persona y cuáles son los mecanismos de opresión o discriminación se activan: racismo, sexismo, fobias diversas (homofobia, LGTBI-fobia, gordofobia, aporofobia, etc.)
En el caso de la psicosis, la interseccionalidad puede amplificar el estigma y agravar las dificultades que afrontan las personas para acceder al sistema de salud con el fin de obtener un diagnóstico, tratamiento y apoyo adecuado; así como para desarrollarse en el resto de sus dimensiones personales, laborales, educativas o sociales con las que desarrollar su proyecto de vida.
El estigma en la psicosis
Las personas con psicosis a menudo son percibidas como «peligrosas», «incapaces» o «irreparables». El estigma, a menudo estructural, pero también social y autopercibido, puede generar aislamiento social, la pérdida de oportunidades laborales y académicas, e incluso maltrato en entornos sanitarios.
El estigma tiene un impacto directo en la persona y en sus decisiones, ya que la puede disuadir en la búsqueda de ayuda profesional por miedo a ser juzgada o rechazada.
La discriminación no actúa de manera aislada. Las personas con psicosis que también pertenecen a colectivos con vulnerabilidades pueden experimentar múltiples capas de estigma:
- Origen étnico: algunas comunidades racializadas son menos propensas a recibir diagnósticos adecuados y tratamientos basados en la evidencia. En muchos casos, sus experiencias psicóticas pueden ser desestimadas o mal interpretadas por profesionales que no comprenden sus perspectivas culturales.
- Género: las mujeres con psicosis pueden ser infradiagnosticadas o etiquetadas erróneamente, mientras que los hombres pueden ser vistos como más «peligrosos» por los mismos síntomas.
- Pobreza: las personas de contextos económicos desfavorecidos a menudo no tienen acceso a servicios de salud mental de calidad, una situación que perpetúa el círculo de marginación. Esta situación es especialmente delicada en las personas sin hogar, en torno a las cuales todavía hay más falsas creencias que dificultan mucho la comprensión de todo el fenómeno.
- Identidad LGTBIQ+: las personas LGTBIQ+ pueden enfrentarse a estigma no sólo por su orientación sexual o identidad de género, sino también por su salud mental. Esto puede dificultar que encuentren espacios seguros donde hablar o recibir apoyo.
El impacto en el acceso al tratamiento
Estas múltiples formas de estigma tienen consecuencias reales:
- Retrasos en el diagnóstico o tratamiento.
- Acceso limitado a recursos cultural y socialmente sensibles.
- Mayor probabilidad de sufrir discriminación en instituciones sanitarias o sociales.
- Aumento del riesgo de marginalización, pobreza y exclusión social.
Estrategias para combatir el estigma desde una perspectiva interseccional
Romper el círculo del estigma requiere de estrategias que se superponen, a medio y largo plazo, y con diferentes niveles de complejidad porque, tal y como hemos apuntado, el estigma es estructural, social y autopercibido. Hay, sin embargo, un fundamento básico inicial que no se puede obviar en el diseño de estas estrategias: el abordaje de las interseccionalidades. Es necesario, pues, reconocer aquellos factores individuales y colectivos que impactan en la vivencia de la persona, en cómo es percibido por sus conciudadanos y qué dificultades implican con el fin de diseñar proyectos y estrategias que sean efectivas.
A modo de ejemplo, algunas grandes líneas estratégicas que contemplan esta mirada son:
- La educación comunitaria. Sensibilizar a la ciudadanía sobre qué es realmente la psicosis y desmentir los mitos asociados a estos trastornos. Esto incluye reconocer la diversidad de experiencias según factores como la cultura o el contexto social.
- Formación profesional. Fomentar la formación en interseccionalidad entre los equipos profesionales de la salud mental, para entender las barreras y necesidades específicas de personas con identidades diversas.
- Narrativas positivas. Empoderar a las personas con psicosis, en toda su diversidad, a fin de que compartan sus experiencias e historias de superación y resiliencia.
- Acceso equitativo a los servicios de salud mental. Asegurar que todos los servicios sean accesibles, inclusivos y respetuosos con la diversidad cultural, de género y sexual.
- Políticas inclusivas. Promover leyes y políticas que protejan a las personas con trastornos mentales de la discriminación múltiple.
- Empatía y comprensión. Sólo abordando estas intersecciones podremos avanzar hacia una sociedad más justa, donde todo el mundo tenga derecho a ser escuchado, comprendido y cuidado, independientemente de sus circunstancias.
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