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Gisella, chica con experiencia propia en TCA

«Confundía la felicidad con algo que me producía dolor»

Chica de espaldas caminando.

Todo empezó cuando tenía diez años. No me veía bien, no me gustaba mi cuerpo y cuando me miraba al espejo me echaba a llorar. Y esto se convirtió en un cúmulo de pensamientos negativos: no vales para nada, estás gorda, nadie te va a querer con ese cuerpo, no le gustas a nadie... Me sometí al bucle de querer estar delgada, porque pensaba que eso era la felicidad. 

De ahí pasé a la búsqueda obsesiva por internet, a provocarme vómitos, a sentir asco por la comida. Y así me fue sometiendo el trastorno, con culpa, miedo, soledad, vacío, angustia, malhumor, cansancio mental. Todo el día pensaba en comida, vivía por y para ello, no había terminado de comer y ya estaba pensando en lo que iba a cenar.

Decálogo tca

Consejos para no caer en la trampa del «cuerpo ideal» en las redes sociales


He tenido etapas complicadas de varios parones en mi vida, y no he hecho ningún curso de la ESO entero, ya que en algún trimestre me solían ingresar, a veces un mes, otras, dos. Fue muy duro para mí parar mi vida, mi rutina, mis estudios e irme a un centro sin mis padres, enfrentándome a lo que más miedo me daba, la soledad, y siempre con el temor a engordar durante mi estancia allí. La verdad es que tuve mis momentos; había ratos que tenía ganas de saltar y otros que no me mantenía en pie. Y lo que peor llevé fue estar vigilada las 24 horas: cámaras por todos lados y ganas de recompensar después de las ingestas, pero no me dejaban mover del sofá, mientras pensaba: «si no me muevo, voy a engordar». 

Me miraba al espejo y pensaba: no vales para nada, estás gorda, nadie te va a querer con ese cuerpo, no le gustas a nadie...Y me echaba a llorar.

Fue duro y no me gusta recordarlo, pero supongo que el dolor es parte del proceso para llegar a la recuperación. Y también conocí a gente increíble, que ojalá se pudieran ver la mitad de preciosas de lo que las veo yo, pero es difícil que veamos lo que valemos con los ojos de una persona con TCA. 

En algunos momentos dices «hasta aquí» y, de alguna manera, vuelves hacia atrás. Si te pasa lo mismo, no te culpes, tú, más que nadie, sabes lo complicado que es y lo mucho que lo estás intentando, porque es una lucha constante contra esa mente invadida por el trastorno, contra esa bola de pensamientos negativos. Hay que mirar de tirar para adelante, aunque el camino a veces tenga tropezones que te hacen caer, pero no dudes en que, igual que te has caído, te puedes levantar. Cáete las veces que haga falta y coge las fuerzas necesarias y el miedo de la mano para seguir caminando. Rendirse no es una opción. No te engañes, lo que tienes cuando piensas en convivir un día más con el trastorno es pánico. 

A la larga, te vas a arrepentir de no haber comido tarta por tu cumpleaños, de no haber ido al aniversario de una persona especial solo porque no querías comer esa comida... El TCA te arrebata esas pequeñas partes de la vida, de tu vida. Así que confía en el proceso y, sobre todo, confía en ti; todo esfuerzo tiene una recompensa y, aunque lo veas todo oscuro al principio, es cuestión de tiempo llegar a la meta, a esa luz propia que te devolverá tu ser, las ganas, la sonrisa y el brillo en los ojos.

Ámate tal y como eres y recuerda que la perfección no existe, que todos los cuerpos son bonitos y valen por igual.

Este contenido no sustituye la labor de los equipos profesionales de la salud. Si piensas que necesitas ayuda, consulta con tu profesional de referencia.
Publicación: 23 de Mayo de 2025
Última modificación: 28 de Mayo de 2025

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Si sufres de soledad o pasas por un momento dífícil, llámanos.

Gisella se puso en contacto con SOM Salud Mental 360 diciendo: «Tengo 16 años y me gustaría muchísimo explicar qué ha supuesto para mí tener un trastorno de salud mental y ayudar de algún modo a otras chicas que puedan estar pasando por esto». 

Aquí está su testimonio sobre la dureza de tener un trastorno de la conducta alimentaria, una voz sincera y dolorosa, pero con un mensaje muy esperanzador, que remata con un buen consejo: «Ámate tal y como eres y recuerda que la perfección no existe, que todos los cuerpos son bonitos y valen por igual».