La mujer con TDAH, esa gran desconocida

Resumen
Cada vez que escribo sobre ser mujer con trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), en algún momento comento lo difícil que es ser mujer y puntualizo que serlo con TDAH lo es aún más. Así que no me voy a resistir al impulso, por varios motivos; en primer lugar, porque tengo TDAH y la impulsividad me puede y, en segundo lugar, porque es cierto. Ser mujer y tener TDAH es una combinación peligrosa, ya que las implicaciones para nosotras son mucho más graves y están menos investigadas y diagnosticadas que en los hombres.
La prueba más evidente es que, históricamente, la prevalencia en la infancia ha sido de una niña por cada tres niños, aunque en la edad adulta estas cifras se igualan, evidenciando un claro retraso en el diagnóstico en las niñas y adolescentes. De hecho, la edad media para el diagnóstico en los varones es de 7 años, frente a la de las mujeres, que es de 38 (INECAP). Muchas no son conscientes de su condición hasta que alcanzan la adultez, y es entonces cuando acuden a consulta, al sentirse desbordadas o al encontrar respuestas a sus problemas a través del diagnóstico de sus hijos, porque identifican patrones y comportamientos similares entre ambos. Así que, sí, ser mujer con TDAH es realmente complejo. Pero ¿por qué es así?
Las dificultades en el diagnóstico del TDAH femenino
Este diagnóstico tardío no es solo una cuestión de desconocimiento, sino que está directamente relacionado con las diferentes manifestaciones de los síntomas entre hombres y mujeres. El TDAH de las niñas pasa desapercibido porque tienen mayor probabilidad que los niños de participar del subtipo inatento, frente al subtipo hiperactivo de los varones, que es el que resulta más disruptivo, más molesto y que hace que salten las alarmas indicando que hay algo que no va como debería.
Ser mujer y tener TDAH es una combinación peligrosa, ya que las implicaciones para nosotras son mucho más graves y están menos investigadas y diagnosticadas que en los hombres.
Por otro lado, las mujeres desarrollan estrategias de compensación, lo que se traduce en una menor probabilidad de fracaso escolar y problemas de conducta, más facilidades para tener y mantener un buen trabajo o gestionar correctamente su casa y su familia. Puede parecer sencillo, pero lo cierto es que este aparente éxito en la gestión de los síntomas les pasa una factura muy alta, ya que requiere un esfuerzo sobrehumano por pasar desapercibidas e intentar encajar.
Por otro lado, cuando las mujeres deciden ir al médico, la mayoría de las veces se tienen más en cuenta las comorbilidades asociadas al TDAH que el propio trastorno. Las mujeres presentan mayores índices de depresión, ansiedad, trastornos del humor y dificultades cognitivas. Con tantas opciones, cualquier combinación de estos problemas comórbidos crea un cuadro diagnóstico realmente complejo.
Sin olvidar que el sistema endocrino influye notablemente en la aparición y la intensidad de su sintomatología. Las fluctuaciones que experimentamos en la secreción de estrógenos durante nuestro ciclo tienen un peso importante en la alteración de la producción de dopamina. Esto afecta a la naturaleza e intensidad de los síntomas y provoca estados de mayor irritabilidad e impulsividad. Una niña en la pubertad experimenta un aumento significativo de los niveles de hormonas sexuales tales como el estrógeno y la progesterona, lo que conlleva un empeoramiento de los síntomas, sobre todo, de la impulsividad y la inatención, que se suele achacar de forma simplista al periodo sin entender que el TDAH juega un papel importante en este drama. Y lo mismo ocurre durante la menopausia, periodo en el que los síntomas se multiplican, aunque, en este caso, por todo lo contrario, es decir, por una caída de los niveles de estrógenos.
El sesgo de género
Y, por otro lado, existe un patente problema de roles y de género ya que nuestra sociedad pone en las mujeres expectativas más exigentes a nivel escolar, profesional o personal que a los hombres, y muchas no alcanzan a cumplir con esas demandas, ya que tienen una condición sin diagnosticar.
A todo esto, hay que sumarle el sesgo de género, favorable a los hombres, ya que su diagnóstico tiene un peso desproporcionado en contra del diagnóstico de las mujeres. Hasta hace relativamente poco tiempo se daba por hecho que el TDAH era un trastorno solo presente en hombres. Esto era así por la forma en la que se valoraban los casos, ya que no se tenía en cuenta que los síntomas se manifestaban de manera distinta en las mujeres.
Nuestra sociedad pone en las mujeres expectativas más exigentes a nivel escolar, profesional o personal que a los hombres, y muchas no alcanzan a cumplir con esas demandas, ya que tienen una condición sin diagnosticar.
El sesgo sexual ha implicado que históricamente se favoreciese a los sujetos de investigación masculinos sobre los femeninos en muchos trastornos médicos y mentales, incluso que se excluyera a las mujeres de los ensayos clínicos. Por lo tanto, este sesgo contribuye a diagnósticos erróneos y a la falta de foco en las manifestaciones femeninas del TDAH frente a una importancia excesiva a los síntomas masculinos.
¿Cómo se manifiesta el TDAH en las mujeres adultas?
Esta presentación diferente de los síntomas tiene implicaciones en la vida diaria de las mujeres. Estas son algunas de las más disruptivas:
- Dificultad para la gestión del tiempo y la organización.
- Olvidos frecuentes.
- Problemas de concentración.
- Baja autoestima.
- Mayor sensibilidad emocional, estrés, ansiedad y depresión.
- Fatiga crónica.
- Altos niveles de perfeccionismo, autoexigencia y procrastinación.
- Problemas en las relaciones sociales e interpersonales.
Consecuencias de la falta de diagnóstico
La ausencia de diagnóstico o el diagnóstico erróneo conlleva graves consecuencias. Las mujeres con TDAH no diagnosticado tienen más probabilidades de experimentar problemas físicos, emocionales y en distintos ámbitos de la vida, como:
- Depresión, ansiedad o trastornos de personalidad.
- Inestabilidad emocional.
- Baja autoestima.
- Insomnio.
- Frustración.
- Vivir una situación de divorcio.
- Formar familias monoparentales.
- Tener poca formación.
- Estar subempleadas o desempleadas.
- Obesidad y fibromialgia.
- Estrés constante debido a la dificultad en el manejo de las demandas de la vida cotidiana.
- Menor esperanza de vida por culpa de los accidentes o los pensamientos suicidas.
El diagnóstico es el punto de inflexión. Poner nombre a lo que nos ha acompañado durante toda la vida implica, a su vez, un tratamiento multidisciplinar que requiere de una combinación de medicación, psicoeducación y apoyo familiar y social. La medicación puede ayudar a regular los neurotransmisores, pero también es fundamental proporcionar las herramientas para la gestión diaria de los síntomas.
El diagnóstico aporta respuestas que nos ayudan con la aceptación de nuestra condición, con el autoconocimiento y con la posibilidad de desarrollar los aspectos positivos de nuestro TDAH.
Afortunadamente, los diagnósticos están aumentando entre las mujeres adultas y, podría afirmarse que se han duplicado desde 2020 (Lynch, 2024), lo que no significa que el TDAH esté de moda o sobrediagnosticado, sino que poco a poco la medicina tiene en cuenta nuestra realidad. A pesar de todo, sigue siendo imprescindible derribar los prejuicios, aumentar la formación en los profesionales de salud y entender las diferencias de género para alcanzar un futuro más inclusivo y comprensivo para nosotras.
En definitiva, el diagnóstico a tiempo de TDAH es el paso inicial para que las mujeres reviertan su proceso vital, ya que nos ofrece una explicación neurobiológica de por qué las cosas son tan difíciles para nosotras y pone a nuestro alcance las estrategias para ser dueñas de nuestra neurodivergencia.
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