La intervención socioeducativa con jóvenes que se autolesionan
Resumen
En los centros de salud mental infantil y juvenil cada vez más nos encontramos jóvenes que se autolesionan; una problemática que refleja, a menudo, un malestar emocional profundo y no una voluntad en sí misma. En todos los casos, pero sobre todo cuando las autolesiones no son con finalidad suicida (ANS), la tarea del educador o educadora social es un complemento del trabajo terapéutico, para acompañar a estos chicos en el proceso de recuperación, ayudarles a practicar alternativas más saludables para gestionar sus emociones y favorecer la reconstrucción de su red de apoyo. Todo esto, a través de la creación de un vínculo educativo.
El vínculo educativo es la base de cualquier intervención socioeducativa, por eso tiene que ser sólido y seguro. Crear el vínculo no es una tarea fácil y requiere mucha observación por parte del educador para conocer los intereses y las aficiones de la persona y para comprender su malestar, su sufrimiento o su sentimiento de soledad, siempre respetando sus tiempos.
Cuando el educador social trabaja en el entorno natural del joven, el vínculo que se crea es más fuerte y le permite observar y conocer la realidad de la persona y poner en práctica las habilidades trabajadas.
Este vínculo se puede iniciar con una primera intervención individual y familiar desde el mismo servicio, en un contexto controlado y más sanitario, en el que el profesional se da a conocer, hace una primera aproximación y muestra interés por lo que le está pasando a la persona. Pero cuando el educador social puede trabajar en el entorno natural del joven es cuando se construye un vínculo más fuerte, porque obtiene una mirada más integral y real que le permite:
- Observar su dinámica familiar.
- Conocer la relación que tiene con las amistades o saber si no tiene este círculo.
- Conocer qué oportunidades le ofrece el barrio o la comunidad donde vive.
- Poner en práctica las habilidades trabajadas.
- Detectar las limitaciones.
Se debe trabajar desde la motivación y el respeto a la persona, pero a menudo ya no tiene ninguna motivación y ha perdido el interés por lo que antes le gustaba; por lo tanto, en un primer momento, es muy importante la orientación, el apoyo y el acompañamiento en la identificación de intereses y buscar actividades significativas que puedan dar un valor a su vida, para después poderlo poner en práctica en su entorno natural.
Otro aspecto imprescindible es la coordinación y el trabajo en equipo. Cuando trabajamos con jóvenes que se autolesionan, hay que tener en cuenta las intervenciones de los diferentes profesionales (psiquiatría, psicología, enfermería, trabajo social, terapia ocupacional…) y apoyar la aplicación de las estrategias y pautas del plan de acción de las autolesiones, en el entrenamiento de las habilidades sociales y las técnicas de regulación emocional de su día a día. Este trabajo integrado facilita que el joven pueda trasladar los aprendizajes adquiridos a situaciones reales, como por ejemplo afrontar momentos de ocio, sin recurrir a la autolesión.
Estrategias socioeducativas
- Crear un vínculo educativo: mostrar empatía y escuchar sin juzgar para generar confianza en la persona atendida y llegar a ser una figura con quien puede contar, respetando siempre su tiempo.
- Fomentar ocupaciones significativas: explorar intereses y actividades, tanto individuales como grupales, que tengan valor para la persona y que le ayuden a construir un proyecto de futuro, como alternativa a la autolesión. Por ejemplo:
- Fomentar actividades creativas como forma de expresión.
- Aplicar estrategias practicadas, si hay alguna situación de malestar en su entorno.
- Acompañar a la persona en la realización de alguna actividad nueva o ya conocida.
- Promover habilidades sociales y trabajar en el entorno natural: facilitar la participación de la persona en grupos donde pueda entrenar las habilidades sociales y acompañarla siempre que sea necesario. Algunas acciones en este sentido son:
- Fomentar que participe como voluntario en alguna entidad, que haga alguna actividad deportiva o en algun centro de jóvenes, por ejemplo.
- Trabajar las habilidades sociales en la resolución de conflictos.
- Trabajar las actividades de la vida diaria: orientarse con transporte público o hacer gestiones diversas, como por ejemplo pedir el carné joven.
- Pedir información sobre algún recurso formativo que le interese.
- Apoyar al trabajo con la familia.
- Crear rutinas y hábitos:
- Establecer horarios de su día a día.
- Marcar objetivos pequeños y alcanzables y hacer un seguimiento.
- Utilizar alguna técnica de organización (agenda, calendario…).
- Trabajar de manera coordinada y en equipo: colaboración entre profesionales para asegurar una intervención integral.
Un ejemplo de intervención con una una chica con TEA y aislamiento social
Para ayudar a entender en qué consiste la intervención socioeducativa, os dejamos un ejemplo de un caso práctico. Una chica de dieciséis años, con diagnóstico de trastorno del espectro del autismo (TEA), que presenta absentismo escolar de larga evolución, carencia de red social y un nivel de aislamiento alto. A pesar del apoyo de la familia, su actitud es desafiante y dificulta cualquier intento de intervención. Además, la autolesión se manifiesta en momentos de inactividad o como respuesta a situaciones frustrantes. Desde psiquiatría y psicología se propone una visita con educación social para poder trabajar la motivación y las ocupaciones significativas, y el acompañamiento en el entorno natural para ponerlo en práctica.
La primera fase consiste en una primera visita con la familia y la chica, en la que se da a conocer el trabajo desde educación social y se lleva a cabo una exploración inicial de su malestar y de sus intereses. A pesar de la actitud inicial desafiante, la chica acepta asistir a alguna visita más para poder conocernos e ir estableciendo un vínculo, hasta que al final acepta continuar el trabajo en su entorno natural. En este contexto, se empieza a trabajar sobre hábitos y rutinas, haciendo pequeños acuerdos que le dan estructura y estabilidad.
Las autolesiones van disminuyendo a medida que la chica encuentra actividades significativas y empieza a construir un proyecto de futuro.
En una segunda fase, cuando se ha podido conseguir una regularidad con un horario de sueño y vigilia adecuado y unas actividades mínimas, se tiene en cuenta uno de sus intereses y preocupaciones, que es la necesidad de conocer gente y tener alguna persona con quién compartir sus motivaciones, puesto que se siente muy sola, pero su carencia de habilidades sociales le dificulta esta conexión. Por eso, planteamos el entrenamiento en habilidades sociales en un entorno natural y se propone que participe en un grupo de habilidades sociales adaptado a su edad y necesidades que se lleva a cabo en el casal de jóvenes de la ciudad donde vive. Paralelamente, y con la vinculación a este grupo, se lo acompaña en la búsqueda de un recurso formativo no reglado que se ajuste a sus intereses, que le proporcione un objetivo motivador que le sirva como mantenimiento de las rutinas establecidas. Con todo este proceso, en el que también se realiza un trabajo paralelo de apoyo a la familia, la chica cada vez está más confiada y su actitud desafiante disminuye.
Las autolesiones persisten al principio de la intervención como respuesta de su malestar por el sentimiento de soledad e inactividad, pero van disminuyendo a medida que la chica encuentra actividades significativas y empieza a construir un proyecto de futuro. La vinculación con el grupo, así como el apoyo continuo de la educadora social y el equipo terapéutico, le permiten afrontar las situaciones estresantes de manera diferente y poniendo en práctica las estrategias planteadas.
Teléfono de la Esperanza 93 414 48 48
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