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Artículo

La importancia de los entornos urbanos en los procesos de envejecimiento

Fomentar el bienestar y la calidad de vida de las personas mayores en la ciudad
María Victoria Gómez García

Dra. María Victoria Gómez García

Socióloga. Profesora académica sénior
Universidad Carlos III de Madrid
Dues persones grans passejant per la ciutat.
Autor: Martí Petit / Ajuntament de Barcelona

Resumen

El envejecimiento en el lugar de residencia aporta beneficios y bienestar a las personas mayores, con un impacto significativo en las mujeres de ciertos entornos urbanos que, a pesar de las desigualdades y problemas de las ciudades, encuentran en el espacio social de su barrio redes de apoyo esenciales. Un entorno urbano adecuado, con espacios verdes y sin barreras físicas, es crucial para mejorar la calidad de vida y el bienestar mental y físico en la vejez. La planeación urbana debe contemplar estas necesidades para garantizar un buen envejecimiento de la población creciente de personas mayores. Es fundamental crear entornos urbanos saludables y favorables para conservar la comunicación y la sociabilidad en las etapas avanzadas de la vida.
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El énfasis en las ventajas y los beneficios que reporta envejecer en el lugar de residencia se viene escuchando desde largo tiempo atrás. Los estudios que gravitan en torno a esta cuestión señalan el impacto beneficioso, en términos de independencia y bienestar, de que las personas mayores permanezcan en su entorno familiar durante el mayor tiempo posible. En paralelo, y en lo que concierne al espacio urbano, somos conscientes, sin embargo, de la multiplicidad de problemas que comporta la vida en las ciudades. 

Sin detenernos en desafíos de gran calado como el encarecimiento y la falta de oportunidades residenciales o la segregación social, que por su propia naturaleza requerirían una reflexión amplia y profunda, existe otro conjunto de inconvenientes, tales como  el enorme volumen de tráfico motorizado, la contaminación atmosférica o la calidad de los trazados urbanos, que en ocasiones llevan a algunas voces a cuestionar si la máxima de envejecimiento en el lugar de residencia tiene valor en el caso de las ciudades (por ejemplo, Smedley, 2012), sobre todo en las de mayor tamaño, frente a localizaciones, en principio, más idóneas y saludables para las personas mayores. Enseguida volveremos sobre este punto.  

Entorno y relaciones sociales con enfoque de género

Los estudios sobre el envejecimiento en el lugar de residencia, por otra parte, ponen de manifiesto la importancia de la socialización y los vínculos significativos entre las personas mayores, en confluencia con investigaciones urbanas que destacan la presencia de esos vínculos entre las personas residentes en algunos barrios, sobre todo entre aquellas de mayor edad, y sobre todo entre las mujeres. Esos lazos a menudo fomentan relaciones, encuentros y convergencias con efectos notablemente positivos en su vida cotidiana y, simultáneamente, contribuyen a consolidar identidades vinculadas a ese espacio local en el que transcurre buena parte de su tiempo. 

Por tanto, permanecer en un lugar conocido y seguir formando parte de una comunidad que conoce y reconoce a las personas mayores y en la que los vínculos vecinales son fuente de solidaridad y sociabilidad tiene muchos efectos positivos, hasta el punto de que puede ser la clave para una mejor salud y una mayor integración social. De hecho, en el marco del carácter heterogéneo de los procesos de envejecimiento, se comprueba cómo el bienestar de las personas mayores depende de múltiples condicionantes (Agulló et al, 2019; Organización Mundial de la Salud, 2020), entre los que, además del estilo de vida, destaca el entorno en el que desenvuelven

Entre las personas y los lugares se establecen vínculos y conexiones que proporcionan calidad de vida y bienestar en la vejez .

Si bien es cierto que buena parte de las relaciones que en el pasado las personas establecían en sus barrios actualmente se han perdido, también resulta posible comprobar cómo, en algunos casos, aún las mantienen y les otorgan un valor muy significativo, sobre todo, cuando la vida ha transcurrido en esos barrios durante largo tiempo, contribuyendo a forjar un conocimiento y una experiencia práctica capaz de generar vínculos intensos con el área de residencia, como sucede en el caso de las mujeres mayores. 

Como se viene poniendo de manifiesto desde hace ya largo tiempo, las experiencias y usos del espacio urbano son diferentes para mujeres y hombres (McDowell, 1983; Durán 2017), como resultado de decisiones de diseño y planificación del espacio de las ciudades que tradicionalmente han ignorado sus necesidades, trayectorias e itinerarios. Sin embargo, ese mismo enfoque de género resulta particularmente útil para comprender la importancia del envejecimiento en el lugar de residencia, pues a pesar de las dificultades, el espacio social del barrio, de hecho, juega un papel fundamental en la vida de muchas mujeres mayores que en este ámbito encuentran la posibilidad de interactuar espontáneamente y, por tanto, desarrollar redes de relaciones de ayuda y apoyo práctico y emocional en momentos de necesidad (Sánchez de Madariaga, 2004; Gómez y Lebrusán, 2022).

Tres de las mujeres que forman las 'Dones sàvies de Sant Cosme'

'Dones Sàvies de Sant Cosme’: participación comunitaria y lucha vecinal

El entorno como condicionante de la calidad de vida en la vejez

Si volvemos a la reflexión del inicio sobre el cuestionamiento que algunas voces plantean sobre la potencial falta de idoneidad del espacio urbano como escenario del envejecimiento de las personas mayores, es preciso destacar que para que la vida en los barrios reúna todas las ventajas señaladas, es necesario que existan espacios adecuados que no sólo favorezcan el encuentro vecinal y fomenten las relaciones intergeneracionales y la oportunidad de generar vínculos  en el barrio, sino también que constituyan entornos saludables y beneficiosos. En otras palabras, entre las personas y los lugares se establecen vínculos y conexiones que proporcionan calidad de vida y bienestar en la vejez (por ejemplo Herbert, 2020) pero para que ello resulte factible es preciso que esos lugares reúnan determinadas condiciones, pues si el entorno físico y espacial es importante a lo largo de toda la vida, en la vejez resulta aún más determinante y, no sólo llega a condicionar la trayectoria de nuestro envejecimiento, sino también, en gran medida, cómo respondemos a las enfermedades (Rojo et al, 2020), como constata la Organización Mundial de la Salud (2002). 

Las ciudades tienen que estar preparadas para dar respuesta a las necesidades de un número creciente de personas mayores y garantizarles una buena calidad de vida.

Algunas investigaciones han demostrado que aun en situaciones de fragilidad, las personas mayores son capaces de mantener su independencia y su autonomía cuando residen en un medio con el que están familiarizadas y en el que se encuentran a gusto. Como demuestra Lebrusán (2019), un entorno accesible, seguro y en el que las personas mayores se sienten bien refuerza su autonomía y posibilita la mejora de su bienestar en edades avanzadas, de tal forma que, incluso en estados de relativa fragilidad, son capaces de permanecer independientes, al beneficiarse de entornos conocidos y transitados que prolongan la capacidad de desarrollar sus actividades y rutinas. De igual manera, desde el ángulo opuesto, las investigaciones señalan que trastornos como la depresión o la ansiedad tienen lugar con mayor frecuencia cuando el medio en el que se desenvuelven no favorece la socialización al carecer de espacios públicos, parques o jardines (Pozo et al, 2021). 

Irene Lebrusán Murillo

Dra. Irene Lebrusán Murillo

Socióloga. Profesora en la Universidad Autónoma de Madrid e investigadora en el Centro Internacional sobre el Envejecimiento (CENIE)
Universidad Autónoma de Madrid

Los beneficios de las zonas verdes en la salud física y mental

Respecto a la importancia concreta de los beneficios de parques y zonas verdes en las zonas urbanas, son múltiples las voces que insisten en su capacidad de mejorar la salud tanto física como mental de las personas. La Organización Mundial de la Salud (2016), de hecho, enfatiza el efecto positivo y protector de la salud y destaca su carácter imprescindible por los beneficios de todo orden que reportan, pero, muy especialmente, en términos de bienestar físico y emocional; un efecto que resulta especialmente importante en el caso de las personas mayores de los entornos urbanos, al brindar oportunidades para caminar al aire libre e interactuar con los vecinos y vecinas del barrio. 

Así, algunos estudios realizados en este campo han puesto de manifiesto la asociación significativa que existe entre la cercanía y disponibilidad de espacios verdes y la salud mental e incluso la ralentización del deterioro cognitivo en el caso de la población mayor (De Keijzer et al, 2020).  En el mismo plano físico, otras cuestiones a las que es preciso prestar atención en el espacio urbano se relacionan con la necesidad de evitar barreras de accesibilidad como bordillos o peldaños, atender al estado de los pavimentos (sin agujeros ni baldosas rotas) e incorporar elementos de apoyo como barandillas, de forma que se eviten disrupciones significativas de las trayectorias cotidianas de las personas mayores (Pozo et al, 2021).  

Algunos estudios asocian la disponibilidad de espacios verdes con la salud mental y con la ralentización del deterioro cognitivo en las personas mayores.

Recapitulando, cabe afirmar que, en el contexto urbano, el envejecimiento en el lugar de residencia, componente clave en la prolongación del bienestar de las personas mayores, se complementa, por tanto, con todo un conjunto de elementos imprescindibles para maximizar sus ventajas, entre los cuales son importantes: 

  • La presencia de espacios adecuados para el intercambio, la inclusión y la socialización, que potencien la vinculación y la identificación con el barrio. 
  • Una abundante red de zonas verdes de acceso sencillo y cómodo a través de itinerarios seguros. 

Todo ello conduce a poner de relieve la importancia política de prestar atención a la necesidad de garantizar entornos urbanos propicios y de apoyo para alcanzar el máximo nivel posible de bienestar de las personas mayores, como se viene poniendo de manifiesto a nivel internacional desde hace ya tiempo. En otras palabras, las ciudades tienen que estar preparadas para dar respuesta a las necesidades de un número creciente de personas mayores y garantizarles una buena calidad de vida, a través de la adecuación y dotación conveniente de espacios y entornos saludables en sus barrios, que favorezcan el mantenimiento de la comunicación y de la sociabilidad en esta etapa de su vida (Gómez y Lebrusán, 2022).